martes, 12 de julio de 2011

Cumple y no-cumple

Estaría de celebración cada día de mi vida. No tengo problemas ni crisis de edad el día que llega mi momento de cumplir uno más, y celebrarlo es una sensación de vuelta a la infancia y de sentirme querida y, por qué no decirlo, centro de atención, que me encanta.

Celebrar mi cumpleaños en Valladolid fue estupendo, genial. Corto pero intenso como ya he comentado. Con todos los que pude.


Pero me faltaba, me había quedado colgado, celebrarlo aquí en la Ciudad Condal. Y pensé haber perdido esa oportunidad, por problemas de agenda, y porque un día me indigné y me di al fin cuenta de que había cumplido veinticinco años.

Y no... cuando yo lo había olvidado apareció esa gente estupenda que hay también aquí para sorprenderme con una cena en la que la comida estaba hecha a mi medida, con la mesa decorada con las flores que más me gustan en el mundo, para acabar recibiendo el regalo más increíble que podía imaginar.

Sí, vale, han pasado dos meses y cuatro días ya. Pero, como dicen en el Polònia, "algú ho havia de dir". Nunca es tarde, porque la dicha fue increíblemente buena.

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