lunes, 6 de diciembre de 2010

Decepcionantes

Después de mi carta de amor no correspondido hoy me toca quejarme. Por ningún motivo en especial, al fin y al cabo es lunes y mejor no puede empezar la semana si es fiesta, y mañana transición hacia otro día de fiesta. Pero tengo pendiente este tema desde hace un tiempo, desde la primera puñalada en el corazón que recibí, y creo que ahora puede ser el momento. Para dejar temas más optimistas para épocas más navideñas, hacia las que nos encaminamos inexorablemente. Espero que a partir de esta queja cibernética me dejaré imbuir por el espíritu navideño y todo será muy bonito. Os deseo lo mismo.

Odio la gente a la que venero y me decepciona. Porque siento un gran vacío. Y me siento engañada de manera vil y cruel.

Me remontaré para comenzar a los tiempos en que no era bloguera ni internet la solución a todas las posibles preguntas que puedan surgir, en plan abuelo cebolleta. Admiraba a una deportista porque veía en ella lo que yo siempre soñé ser en mi carrera deportiva inexistente. Marion Jones, jugadora universitaria de baloncesto de gran prestigio, la atleta más laureada de la Historia posteriormente, hacía disfrutar de una carrera de 10 segundos. Sus cinco oros en Sydney fueron la culminación a un sueño, a su sueño, el culmen de mi admiración. Y de pronto, ese globo estalla en mi cara: porque todo lo conseguido lo ha hecho con mentiras, engañando. Y esa cara sonriente de repente se convirtió en el rostro del fraude. Una estatua de la Grecia Antigua hecha añicos insalvables.

Otra decepción, otro engaño inverosímil que aún me cuesta asimilar. Crecí escuchando radio. Los programas de la Cadena SER son la sintonía de mi vida, por la mañana, por la tarde, por la noche. Y siendo la loca del deporte que soy, el fin de semana tiene sólo un sonido. Un '¡Hola, hola!' que me robaron vilmente en una extraña jugada en la que los que perdimos más probablemente fuéramos los oyentes. Puedo entender la bronca. Puedo entender, por ser una cabeza dura también, el enroque. No me entra en el cerebro trasladarse a la competencia más acérrima. No existe el objetivismo en la prensa, es vox populi. Así que pasar de blanco a negro, así de esa manera... no entra en mi pequeño cerebro. ¿No existe la identidad de las personas? ¿Estamos a merced del puñetero dinero que es la base de nuestras vidas? Qué triste, señoras y señores. La que no voy a cambiar soy yo, iría en contra de mis principios. Así que en las tardes de fin de semana ahora se escucha un '¡Oye! ¿Qué?'.

Lo siguiente no es una decepción sino un cabreo por la jeta que gastan los impresentables que controlan el espacio aéreo de este país. Qué vergüenza, qué imagen de mierda hemos proyectado, al estar en la misma situación que durante un golpe de Estado. Están las cosas, ahora, como para que los pavos y pavas que más cobran lloriqueen porque su sueldazo no es suficiente.

Al comenzar a escribir en mi periódico deportivo favorito As, (si a alguien le interesa y aún no se ha enterado tengo otro blog sobre fúrbol: Raulista en BCN) dije que no comentaría nada sobre el deporte rey en este espacio. Pero no puedo evitarlo porque estoy confundida. Soy del Madrid, como supongo que todos sabéis, lo llevo escrito en la frente y lo transmito siempre que es posible y cuando no es posible también. Soy del Madrid a pesar de todos los pesares, de los comentarios sobre el equipo del régimen y chorradas mil, soy del Madrid porque siempre ha sido el equipo más grande del mundo. No me gusta proyectar una imagen que va contra el señorío de este club. Y eso también me decepciona. Sólo que el fútbol es mi droga, es mi vida, como lo era de Sir Bobby Robson, y el corazón tiene cosas que la razón no entiende como este amor incondicional. Así que convivo con esa decepción que cambiará cuando nuestro comportamiento vuelva a encajar con nuestra idiosincrasia, cosa que no tardará. Y volveremos a ganar. Porque eso también lo llevamos en el ADN. Somos el Madrid...

Me decepciona el comportamiento ejemplar de la clase política española en los años de la Transición y su manera de lavarse las manos con respecto a nuestro último territorio colonial, que abandonamos a su suerte cuando teníamos problemas más acuciantes que resolver y no solucionamos nunca, y de esos polvos vienen estos lodos y hay montada una en ese territorio que no pertenece a sus legítimos pobladores que tiene una solución demasiado complicada.

Habrá más decepciones. Ahora no las recuerdo, suficiente hemos tenido.

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