martes, 23 de noviembre de 2010

La música...

La música amansa a las fieras. No se podría vivir sin música.
Para ser una persona con un sentido nulo para cantar, para el ritmo, para bailar, para distinguir un tipo de música de otro, un tono de otro, me he dado cuenta de que no soy capaz de vivir sin ese sonido mágico sonando.
Llevo desde que hice la mudanza sin mp3. Acostumbrada a ir aislada del mundo con mi música a otra parte sólo mía, escuchar los sonidos de la ciudad me da una nueva perspectiva... y me hace cantar mucho, para mí sola para que no caiga el Diluvio Universal sobre la Ciudad Condal, claro.
Y qué decir de los instrumentos musicales. Aparte de la turuta, mis pinitos con las castañuelas (de jotas) y la pandereta en Navidad, mis conocimientos se reducen a la flauta dulce, para mi desgracia, para la de los oídos de los y las que me han rodeado al tocarla. Pero creo que es el peor instrumento de todos. Los demás... crear un instrumento musical es diseñar magia, para mí. Eso está por encima del diseñador. Es algo más profundo, más especial. Es más especial incluso que una obra de arte. Porque es crear algo que va a servir para deleitar directamente uno de los cinco sentidos (ahora podría desviarme y hablar de la comida pero si me conocéis aunque sea un poco sabréis que un gourmet precisamente no soy, así que mi paladar es simple tirando incluso a cutre, deleitar el sentido del gusto escapa a mi conocimiento), aparte de ser estéticamente bonito, lo cual recrea de por sí el sentido de la vista.
Me gusta escuchar música. Me gusta la música rara, eso sí. No soy de radiofórmulas. Soy de Bruce Springsteen, claro, es el Boss, y de grupos, conjuntos mejor dicho, que tengan nombres raros y a poder ser que conozca poca gente. Siempre me ha gustado ser... diferente.

El sábado, nombre ¿raro? para ¿conjunto?: DePedro. Un crack de tío. En primera fila, en plan groupie, al final del concierto a saludarle y darle las gracias, y a guardarse la chuleta de las canciones que tocó. Faltó Miguelito... y el de Vetusta para cantar juntos Diciembre. Y le faltó una trompeta en la banda, sin duda. Sí, Evelyn, habría molado verlo juntas... la próxima, como la anterior. Además esta vez no había Señoras que van a conciertos porque son gratis y no saben a lo que van. Pues el tío éste (este según las nuevas reglas ortográficas) sacó unas guitarras... cuando escucho a Bruce me enamoro de la Fender, es el instrumento más bonito del mundo. Las guitarras tienen algo especial. Las de Jairo molaban. Una de ellas, típica, vieja revieja que parecía arrastrada por un camino pedregoso de lo machacada que estaba (lo cual la hacía especial, hemos de reconocer), tenía dentro un mecanismo extraño, superchulo, que supongo que ayudaría a producir esa música guayona total. Y la otra... la otra tenía un montón de botoncillos y chismirrines, y una palanquilla extraña, que tocó increíble un amigo al que pidió en una canción de manera "improvisada".
Vale, probablemente a alguien que entienda de música, y sepa de guitarras, esto le parecerán 'tonterías y bobadas de ayer y de hoy'. Pero al no ser yo una conspicua melómana como Angela Merkel y fijarme en los objetos con los ojos como platos, esto puedo decir sobre la música.
So I say thank you for the music, the songs I'm singing... como decían los de Abba.

¡Pero no nos olvidemos del Sáhara!

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