miércoles, 7 de julio de 2010

Un día para la mística, para la épica. Inolvidable

Nunca antes había vivido esto. Y esto es muy grande. Oigo el claxon de los coches desde mi balcón. Suenan a lo largo y ancho de 504.645 km2. Nunca antes habíamos estado donde estamos ahora.
Hoy comenzaba la presentación de mi primer proyecto del curso hablando de que el fútbol es actualmente el mayor espectáculo del mundo. Y en ese espectáculo, de repente nos hemos convertido en la estrella. Para 47 millones de personas, en la estrella más rutilante. Nadie puede abstraerse a esto. Aunque... no tan de repente. Esta generación dio un puñetazo en la mesa y se puso manos a la obra para conjurar maldiciones y gafes. Y lo consiguió. Seguimos en ello.
Fútbol... mi droga, mi vida. La mía, como la de Bobby Robson. Y otro montón de locos. Ahora todo el mundo tiene mi lema en mente, aunque no sea realmente consciente: "Cuando todo parece negro, siempre queda el balón". Jabulani... España juega con delicadeza, pero a veces es capaz de sacudir como los terremotos. Balón, tú sigue sonriendo y sintiéndote acariciado por las botas de esa Roja que ha conseguido desterrar prejuicios apolillados y rencores anticuados. Rojo, gualda, rojo. Nuestros colores. Los de todos, sí. Ahora veremos el mundo con otros ojos, pondremos los pies en el suelo con más fuerza, no como Mafalda, a la que cuesta juntar ánimos para bajarse al mundo al despertar por la mañana. Porque estamos en la final del Mundial 2010. Tenemos una cita con la Historia, el domingo 11 de julio, a las 20:30 en Soccer City, Soweto, Johannesburgo. Pero hoy ya hemos escrito con letras de oro.
Ante un logro tan descomunal, mi lámpara pierde protagonismo y vigencia. Sin embargo, ¿qué día mejor que hoy para presumir de quien soy? Porque yo también soy finalista de la Copa del Mundo.
Enhorabuena a todos, lo hemos conseguido, ahí estamos. Mejor de lo nunca hemos estado.

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