martes, 28 de septiembre de 2010

Fue un 27 o un 28 de septiembre de 2007

Hola, SUECIA, ¿cómo estás?
¿Te sorprende que te escriba?
Tres años, no está mal.
Pues es que estaba aquí, sola,
y me he puesto a recordar.
Me entró la melancolía
y te tenía que hablar.
¿Te acuerdas de aquella noche,
nuestro primer Pudas?

Resulta que han pasado tres años. Y como comentaba anteriormente, el tiempo vuela. Y Suecia me hizo como soy. Estoy casi al 100% segura de que sin aquella experiencia, ahora no sería quien soy, y no estaría donde estoy. No estaría escribiendo esto, tampoco.
El país escandinavo recibió un 22 de septiembre a una niña de 21 años con más miedo en el cuerpo que la distancia recorrida desde su casa, 2647 km. Que se acababa de despedir de sus dos estupendas amigas y compañeras que estaban felices en Copenhague, donde ella quería estar. Que había dejado su ambiente para irse sola al lugar más lejano que encontró, porque era el momento de hacerlo.Y cargada con todos los bártulos que una aerolínea permitió cargar, se dirigía a una estancia de 4 meses en un lugar impronunciable, desconocido y, para más inri, al que llegó con retraso, claro. Siempre fui la nueva por ello...
Abrirse camino fue complicado. Fue duro. Todo era distinto, todo estaba en contra, todo era difícil. Hasta que dejó de serlo. El Pudas consiguió eso. Y la facilidad de Inma para abrirse camino en el corazón de cualquiera, fundamentalmente.

A partir de ese Pudas, de la comida del día siguiente, ese arroz con pollo que nunca olvidaré, poco a poco ese lugar de nombre impronunciable se convirtió en el hogar soñado. Tras ese Pudas vinieron otro montón, cada uno con su historia. Y más, Stallarna, preparties, afterparties, ¿algún Sivans?, viajes, más comidas... Decidir prolongar la estancia, cuatro meses eran pocos. Encontrar la excusa perfecta para hacerlo en forma de unas prácticas que brillan en mi currículum aunque fueron... fueron como fueron. Una temporada de depresión que podría diagnosticar un psiquiatra, al transcurrir los días sin ver la luz del sol en ningún momento, algo inhumano, sé de lo que hablo. Pero los días alargaron, y volvieron las noches mágicas, los viajes y las grandes fiestas.





Un día hubo que decir adiós y volver. Y los preparativos provocaron más risas y diversiones, y llantos, que los que había habido en los meses anteriores. Fue una despedida a la altura de las circunstancias. Fue concentrar siete meses en siete días.
Suecia me dio tanto que tres años después es inolvidable. Es la suerte de haber vivido aquello. Suecia abrió un camino, me enseñó a luchar. Me abrió los ojos. Varias crisis existenciales sobre el futuro después, me encontré con un camino que Suecia marcó, aunque aquel año el diseño y yo no teníamos una relación fluida. Aprendí a pensar, y a creer que podría.
Tres años después me encuentro como estuve en enero de 2008. Obligada a salir de las cuatro paredes a las que me acostumbré, hacia un periodo de incertidumbre, hasta una fecha límite que me permita tener un nuevo hogar, ¿mejor? Distinto. Sin el encanto de la novedad, con la certeza del futuro al fin, si todo va bien.

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