Hacerse el sueco, tirarse por un puente, mirar a las "paviotas"...

Muchos temas que me surgen. En una ciudad como la que me encuentro, la expresión "tirarse por un puente", ¿no se usa? Cada vez que me ha ido mal en un examen o algo así ése era mi plan. Desde ahora, ¿qué haré? No veo factible lo de tirarse al mar. El Mediterráneo no es paradigma de limpieza (sé que el Pisuerga tampoco pero es mío y lo valoro, además es el que lleva el agua aunque se quedara sin la fama), no confío en el éxito de la empresa. Lo romántico sería, claro está, emular al maestro Antoni Gaudí i Cornet. ¿Lo romántico de la muerte? ¿Emular? Bueno, vale, dejémonos de divagaciones de mal agüero y chorradas varias, volvamos al mundo real, a la ciudad que embelleció y de qué manera el susodicho maestro muerto en el anonimato atropellado por un tranvía. Esa ciudad que no tiene puentes. Que me sigue desorientando y perdiendo por mucho que controle la geometría de sus manzanas y las calles por las que he pasado ya ochenta veces. Soy un caso perdido a la hora de situarme en el mapa.

Hacerse el sueco... Vale, el actual Pepe es el experto. Pero yo de eso también puedo hablar. Que se lo digan a Ra, ¿verdad Ra? "La Bohème cómo se hace la sueca". Pero los que mejor se hacen los suecos son los mismos suecos. De ahí viene todo, claro. Es lógico y normal. Y los suecos... pues esto arman. Que conste que no es peloteo. Es simplemente que me da que pensar.
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El plagio me ofende como miembro -miembra- del gremio de diseñadores/as, al que pertenezco/perteneceré.
Vamos, que la segunda semana de curso ha empezado de manera interesante y sorprendente. Ahora resulta que debo olvidar mis bases. Sí, mis bases. ¡Ay la leche, que no somos ingenieros! Que soy diseñadora. Esto va a costar. Demasiada represión en mi vida estudiantil. Y resulta que ser ingeniero "hace ser muy maquinitas, no deja ver el bosque". Toma ya. Pero aquí a quien he escuchado ha sido a mi Sariketa preferida, sí Sara, esto también va por ti. Soy ingeniera, y me ha costado no sé si sangre, pero aseguro que sudor y lágrimas en abundancia, serlo. Tengo un título que lo atestigua, y conocimientos que cercioran ese papel, aunque no sean suficientes, o suficientemente útiles. Y además de eso soy diseñadora, y/o lo seré, presente y futuro al mismo tiempo. Una buena combinación, seguro. O eso pretendo.
La vocación de diseñadora me lleva al mirar a las paviotas, que resulta que no existe en el Diccionario de la RAE, qué escándalo. Es una palabra de Tudela, o de casa como zumero (función: hacer zumo, nombre: zumero, lógica aplastante). Mirar a las paviotas se puede comprender si por un agujero cualquiera realizado con la Daga Sutil de Will Parry en el continuo espacio-tiempo se me ve paseando por Barcelona. No es en plan turista, no: es peor. Es ir andando pero con la mirada perdida, hacia el infinito, hacia... las paviotas. Voy mirando a las paviotas hasta que me topo con una de esas maravillosas tiendas de muebles y me convierto en una fan enloquecida, a la par que silenciosa eso sí, pero babeante, que dispara (no hago, disparo, sí, aquí disparo) fotos como una loca, a la fachada, al escaparate, a una etiqueta... y entro mirando ensimismada cada centímetro del interior de Vinçon, Pilma, Nani Marquina o Cadira, por poner unos ejemplos. Y qué ejemplos. Ooooooooh. Luego salgo, vuelvo a mi planeta mental y me digo a mí misma que es real y posible, no una fantasía. Que esa gente una vez fue como yo y vive en mi misma dimensión.

"Conseguir tu nivel es algo de locos" dice una vocecita en mi cabeza, y la acallo: "llegaré al final, ése es mi destino".

Inciso posdata: sé que se oye como el trasero el concierto de Lori, pero es en la Apolo y voy el viernes y me hacía ilusión.